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La existencia de unos cuadros de Zurbarán en esta Sacristía se conocía desde antiguo, por tradición oral. Sin embargo sería la realización del Catálogo Arqueológico y Artístico de la provincia de Sevilla el que permitiría al profesor Hernández Díaz, en 1953, la definitiva autoría a Francisco de Zurbarán.
Paul Guinard, gran especialista en arte español y estudioso de la obra de Zurbarán, puso de manifiesto el escaso precio pagado al artista por cada cuadro, diez ducados. Ello le obligaba a pensar que podría ser obra de su taller y que Zurbarán solamente había dirigido la ejecución. Cuando, posteriormente, se llevó a cabo una limpieza de todos los cuadros él mismo concluyó «que no se debe excluir totalmente cierta intervención personal, especialmente en el Crucificado y en la Inmaculada».
El conjunto lo forman nueve cuadros de gran tamaño: San Pedro, San Juan, San Andrés, Santiago el Mayor, San Bartolomé, Inmaculada, San Juan Bautista, Crucificado y San Pablo. Del conjunto del apostolado destacan la figura de San Pedro, la elegancia de la de Santiago el Mayor y la de San Bartolomé. De entre todos los lienzos sobresalen, por su originalidad y calidad, la Inmaculada y el Crucificado con una iluminación lunar propia de obras similares del taller de Zurbarán:
- La Inmaculada es la pieza que ha atraído el interés de los especialistas que valoran como un hallazgo el paisaje místico simbólico del fondo. Han visto en su singularidad y movimiento, un cambio de estilo, un paso hacia la barroquización del modelo.
- La figura de Cristo crucificado, iluminado por la irreal luz del eclipse lunar es un tema muy querido por Zurbarán. Este Cristo es muy cercano al modelo del Cristo de la antigua colección Valdés (Bilbao), el mejor ejemplar de esta serie de pinturas.