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Es la última obra de Pedro de Mena. La imagen sigue los modelos habituales del maestro, mostrando el preciosismo en los detalles. Tras su muerte en 1688, la concluyó Miguel de Zayas.
La devoción a la Inmaculada Concepción estuvo muy arraigada en Marchena, ya que fue uno de los primeros pueblos en hacer un voto de defensa del concepcionismo a comienzos del siglo XVII (1618). Aquí, el IV duque de Arcos, Rodrigo Ponce de León y su esposa Ana de Aragón fundaron un convento dedicado a la Concepción en 1624.
Marchena necesitaba una imagen que aglutinase tanto afecto y devoción. Por ello el V Duque, Don Francisco, encarga una talla al mejor escultor de la Corte, Pedro de Mena. Tras su fallecimiento, su hermano y sucesor Don Manuel Ponce de León reclama la imagen al escultor quien la había vendido a la catedral de Córdoba. Se le encarga una nueva imagen por un importe de 2000 ducados y cuando muere el escultor, en 1688, la escultura, aunque muy avanzada en su ejecución, es definitivamente terminada en 1692 por Miguel de Zayas.
La obra se coloca en la capilla del Palacio Ducal. Allí permanecerá hasta la segunda mitad del siglo XIX en que, por intervención del párroco de San Juan, se trasladó a su ubicación actual. Recientemente ha sido restaurada llegando a formar parte de una Exposición sobre la obra de Pedro de Mena, en Málaga, en 2019.
Se trata, por tanto, de una imagen de culto. La escultura descansa sobre una peana de carey y ébano con un sistema que le permite girar para ser mostrada en determinadas solemnidades litúrgicas. Tiene la leyenda: «Ab aeterno ordi/nta sunt et an/tiquis antequam/terra fierent. Proverbiorum c. VIII” “Ego ex ore altissimi prodivi/primogénita omnem/creaturam/eclesiatici c. XIII”. “Tota pulchra est/amica mea/ cnt. Cant. c IV».